lunes, 5 de diciembre de 2016

La pérfida Albión

Siempre he sido aficionado al mar. Por ello hace ya bastantes años leía la Revista de Historia Naval de la Marina, y últimamente dos portales: todoavante y todoababor, ambos dedicados a la investigación y divulgación de la historia naval española. Y como quiera que uno de nuestros principales adversarios en la guerra naval ha sido Inglaterra, me he adentrado en el estudio de los principales enfrentamientos habidos entre ambos países, con el mar como escenario o como protagonista parcial, para el caso de las batallas anfibias.
Y una de las conclusiones a las que he llegado es a la de la manifiesta parcialidad de los ingleses a la hora de escribir su historia. Esto a su vez ha influído en la narración de la nuestra, al haber aceptado sus versiones sin contrastarlas debidamente, lo que ha llevado a aceptar ideas equívocas; la más importante de ellas, la creencia de que la hegemonía naval española se perdió a raíz del fracaso de la Armada Invencible, cuando la realidad es que no lo fue hasta 1640, y a manos de los holandeses, no de los ingleses. La sobreestimación de los navíos españoles hundidos en la tempestad subsiguiente, y una cierta ligereza por parte española en el estudio de nuestra marina (por parte inglesa aprecio el deseo de falsear la historia), han llevado a ese resultado; lo que es tanto más chocante si se considera lo exhaustivo de los registros navales españoles de la época. Pero tuvo que ser un norteamericano, Hamilton, quien primero estudiara el envío de los metales preciosos de América.
Hoy, cuando el nivel cultural de nuestro país ha subido, que se produzcan esos equívocos es más dificil; si bien ya veremos si continúa, habida cuenta el desprecio imperante hacia la cultura en general y, en los colegios, hacia el estudio de la historia. Un factor positivo es el importante número de marinos de guerra retirados que se dedican a nuestra historia naval, tan rica.
Un paradigma de la parcialidad de los ingleses en la historia naval es la desastrosa expedición inglesa contra Cartagena de Indias, en el entorno de la Guerra de la Oreja de Jenkins. Habiendo dado por supuesto la toma de tan importante puerto cuando el desembarco inglés en la selva, batieron moneda conmemorativa, en la que se veía al almirante y defensor Blas de Lezo entregando su espada al almirante Vernon, con una inscripción relativa al orgullo español vencido por los británicos. Cuando llegaron a Inglaterra las noticias del desastre, agravado por otra derrota de dicha flota -la mayor vista hasta el momento- en Cuba, su rey prohibió que se hiciese mención alguna a ello en su presencia y que constase en las crónicas históricas. Actualmente, los historiadores británicos pasan de puntillas sobre el tema.
Este intento de apoderarse de Cartagena de Indias nos recuerda la insidia británica en la declaración de la Guerra de la Oreja de Jenkins, en la que el incidente del apresamiento de un contrabandista, Jenkins, por parte de un guardacostas español fue un mero pretexto para intentar apropiarse de las posesiones españolas en América. La codicia británica no tiene límites: a poco que se examine su historia, se cae en la cuenta de que Inglaterra es un país absolutamente egocéntrico, que ha actuado en la esfera internacional con total carencia de escrúpulos y desprecio del derecho internacional; su máximo exponente ha sido la infame Guerra del Opio contra China en el siglo XIX, bochornosa para un país teóricamente cristiano. De ahí el apodo de "la Pérfida Albión".
Por lo que a nosotros concierne, y ciñéndonos únicamente a la historia naval, los medios de comunicación se han hecho amplio eco, en estos últimos años, del rescate del tesoro de la fragata Mercedes y de su traslado a España, tras ganar la batalla jurídica mantenida en los Estados Unidos contra la empresa que procedió ilegalmente a su rescate. El episodio del hundimiento de dicho navio y de otros que le acompañaban es muy ilustrativo de la manera de proceder británica, típicamente pirata al atacar barcos  sin estar en guerra y con el único objetivo de apoderarse del botín.
El caso de Drake, en el siglo XVI, es también ilustrativo: un negrero reconvertido en pirata que ataca las posesiones españolas sin mediar declaración de guerra, con la connivencia de la reina de Inglaterra. A poco que se analice su trayectoria, se verá que el celebrado marino se movía impulsado por el ansia de botín, no por el patriotismo: baste citar el incidente de que, tras pasarse un año pirateando en América, cuando su flotilla fue atacada de modo imprevisto por los españoles, él y su lugarteniente Hawkins largaron velas, dejando al resto de sus hombres en la estacada (por cierto que perdieron todo el botín); o el de cuando en 1589 capitaneando la escuadra inglesa que trataba de arrebatar Portugal a España, se desvió de su rumbo para atacar la Coruña, ante la falsa noticia de que había arribado un galeón cargado de metales preciosos, sufriendo un tremendo número de bajas y sin lograr tomar dicha ciudad.
No es casualidad que las películas anglosajonas hayan presentado a los piratas como a unos héroes, como si el robar, matar y violar en o desde el mar pudiera ser otra cosa que un acto criminal.
La City, que en los siglos XVI  a XVIII financiaba barcos negreros y expediciones piratas, hoy sufraga la especulación financiera internacional.

lunes, 22 de febrero de 2016

Tarancón se equivocó

He leído una pequeña parte de las Memorias del cardenal Sebastián, colaborador del cardenal Tarancón en la época de la Transición española a la muerte de Franco; la parte precisamente más llamativa (se hacía eco de ella la revista Vida Nueva). De lo que expone el ahora cardenal, se desprende claramente que Tarancón, encargado de pilotar la Iglesia española en la época de la transición política, confundió sus deseos con la realidad, y pretendió pasar página con los partidos perdedores de la Guerra Civil, sin asegurarse previamente de que los mismos querían también la reconciliación, y no la revancha.

Una frivolidad; quien se irrogó un papel importante en el cambio de régimen, hubiera debido proceder mucho más cautamente, en vez de contribuir a dar entrada en el juego político a quienes provocaron una guerra civil y nada menos que un genocidio religioso (iniciado ya antes de la Guerra), con diez mil curas, monjas, obispos y seglares asesinados por su fe, iglesias quemadas, etc., sin contar las demás víctimas. Qué menos que un reconocimiento de sus crímenes, la petición de perdón y garantías de un cambio de mentalidad y de proceder; pero está visto que en este mundo la única entidad que ha pedido perdón por sus errores es la Iglesia Católica.

Que el antaño llamado bando rojo, ahora "republicano", llegaba a la democracia con ansias de revancha y ningún arrepentimiento de sus desmanes para con la Iglesia y la sociedad lo demuestra la trayectoria seguida por los partidos antes conocidos como izquierda, y que ahora no se sabe qué son porque el más importante de todos ellos, el PSOE, se ha pasado al neoliberalismo económico y ha traicionado todas sus esencias. Baste citar la sectaria Ley de la Memoria Histórica, la concesión de la nacionalidad española a los comunistas componentes de las Brigadas Internacionales, la concesión de indemnizaciones o compensaciones a los republicanos y, sobre todo y desde el punto de vista católico, la progresiva exhibición de un feroz odio religioso y una marcada intolerancia, que han ido más allá de las palabras y han sido acompañados por profanaciones, ataques a la enseñanza religiosa con vulneración de acuerdos internacionales, intentos de incautaciones de templos, acoso a la Iglesia y, en suma, desprecio de la libertad religiosa y por consiguiente de los derechos humanos.

No en vano se dice que San Juan Pablo II estaba indignadísimo con Tarancón, y que le reprochó que en la Constitución no salía ni una sola vez la palabra Dios, y que no hubiese promovido un partido cristiano; y le culpó de la futura descristianización de España. Y los hechos le han dado la razón.

Sale también en dichas Memorias que Tarancón consultaba con el cardenal Jubany, eclesiástico con fama de progre y que, intelectual él, despreciaba la piedad popular (desconociendo lo que dice en la materia el Concilio Vaticano II) y contribuyó decisivamente a la prohibición de las procesiones en Cataluña y con ello y otras actuaciones a su descristianización. Dime con quien andas, y te diré quién eres. Y los obispos y curas progresistas y nacionalistas han provocado y provocan incontables daños a la fe.

No puedo dejar de citar, en tan desastroso balance, el envilecimiento de la sociedad española como consecuencia de las leyes promovidas por los partidos izquierdistas que atentan contra la familia, de diversas formas.

En suma, que si como dijo Cristo por sus hechos los conocereis, el alabado cardenal no creo se merezca el incienso que le han echado.

miércoles, 5 de noviembre de 2014

Cataluña bajo la mafia.

Durante veintitrés años de forma directa, y cuatro de manera indirecta, una familia mafiosa ha gobernado Cataluña en su propio provecho, enriqueciéndose con grandes cantidades de dinero de origen ilícito, y con derecho a sucesión de su capo y fundador del correspondiente partido, como en las más genuinas dictaduras. Durante este periodo de tiempo, el engaño y manipulación de los catalanes ha sido continuo, con la inestimable ayuda de los medios de comunicación de la Generalitat y de medios privados, sobornados con generosas subvenciones a cargo del erario público. La cosa ha llegado al extremo de identificar Cataluña con una persona, el presidente de la Generalitat, y de considerar las críticas a él, su partido o sus propuestas separatistas como un ataque a Cataluña; y, al decir de los medios, de reclamar el pago de comisiones bajo la fórmula "le debe usted a Cataluña...". No menos notables son las palabras de la esposa del presidente, con motivo de tener que dejar su residencia en el Palau al perder las elecciones: "nos han echado de casa".

Un culto a la personalidad que deja tamañito a Franco.

Como sucede con todas las mafias, este dominio no hubiera sido posible sin numerosas complicidades: de jueces y fiscales; periodistas (como se ha señalado); políticos de Madrid, que han mirado hacia otro lado a cambio de consideraciones electorales y de la complicidad de CiU en recortes y privatizaciones, muy lucrativas estas; políticos catalanes, que se han negado a mirar bajo las alfombras cuando han accedido al poder (le llamaron "lealtad institucional"), porque ellos tampoco eran trigo limpio; de empresas que no tenían escrúpulos en pagar comisiones a cambio de asegurarse concesiones de obras y servicios, casi en régimen de oligopolio; de amplios sectores de la Iglesia, al halagar su ideología independentista; y de numerosos estómagos agradecidos por su empleo en las administraciones públicas, o por su participación directa en el pastel.

Empresas de obras públicas han manifestado que, en el supuesto de negarse a pagar comisiones, no solo no accedían a ninguna obra pública de la Generalitat, sino en toda Cataluña. Estas prácticas son propias de la más pura mafia, como las que actúan en Sicilia o Nápoles.

Como en los escenarios de crímenes mafiosos, ahora que han salido a la luz las actividades de tan preclara familia, "nadie sabía nada". Y yo que me lo creo.

Y por esta clase de gente muchos catalanes se han dejado o se dejan comer el coco. Reconfortante.

miércoles, 15 de enero de 2014

Nacionalismo ua akbar

He leído un artículo sobre el nacionalismo, en la revista Vida Nueva, que me ha hecho reflexionar; y deseo compartir con vosotros las conclusiones a las que he llegado.

Ya muchos años antes había llegado al convencimiento de que el nacionalismo es fruto de mentalidades cerradas; los nacionalistas adolecen de un pecado original. Las consecuencias de estas mentalidades cerradas se ven agravadas, en el caso de España, por la escasez de espíritu crítico.

Pero lo que yo no tenía tan claro es que catalanismo  y nacionalismo son equivalentes; no me refiero a un catalanismo reducido a estimar la propia tierra (el amor a la propia tierra se da en todas partes), sino a un extremismo, que es lo que hay. Aunque sí era consciente de la existencia del fanatismo, manifestado desde hace años, por ejemplo, en cuestiones ideomáticas, al anteponer un idioma  a las personas (preciso que eso no lo hace ni mucho menos todo el mundo, aunque sí es cierto que el catalán está socialmente sobrevalorado; algo parecido pasa en el País Vasco, donde mucha gente se ha dejado comer el coco); y ya ni hablemos del fanatismo de los políticos y de algunos medios de comunicación.

Yendo al artículo, su autor es el prestigioso historiador vasco y jesuita Fernando García de Cortázar (Premio Nacional de Historia), y su título, "Nacionalismo y deshumanización"; artículo por el que expresa su preocupación por la simpatía "e incluso la adhesión al nacionalismo de sectores significativos de la comunidad católica.... Sabrán quienes la defienden que esta doctrina nunca ha respetado la pluralidad de opciones existentes en una sociedad, sino que siempre se ha entendido a sí misma como expresión única de la existencia y la voluntad de una nación". Pasando a referirse a continuación al aliento que se da a las movilizaciones catalanistas.
 
El autor expone que tal aliento contradice "las amargas afirmaciones hechas por la Iglesia a lo largo del siglo XX para denunciar el carácter del nacionalismo...que, más allá de una versión histórica concreta del nacionalismo, ahondan en la esencia misma de su ideología."
 
¿Cómo no recordar que el nacionalismo, en el pasado siglo, provocó nada menos que una sangrienta guerra mundial acompañada de un genocidio (persecución religiosa de los cristianos incluida), amén de otras guerras, como la de los Balcanes, o, ciñéndonos a nuestro país, el terrorismo de ETA?
 
Sabido es que el nacionalismo vasco (o vascón, pues tiene una indudable raiz étnica), a cuyo surgimiento y desarrollo no han sido ajenos en absoluto los curas y religiosos vascos, ha provocado la sustitución de la idea de Dios y de la religión por el nacionalismo, en una amplia capa de la población: el nacionalismo se ha convertido en la justificación de la existencia para esas personas. Todo un gran fracaso de la Iglesia particular vasca: no solo ha propiciado el alejamiento de Dios (en contra, precisamente, de su razón de ser, llevar a los hombres a Dios), sino que todo ello ha ido acompañado de un millar de asesinatos y de incontables sufrimientos de mucha gente, con la ocasional complicidad criminal de algunos eclesiásticos (y moral de bastantes más). Es la expresión de lo que sucede cuando se olvida el primer mandamiento -el más importante -, y se antepone el nacionalismo a Dios.

Como denuncia García de Cortázar, la Iglesia particular catalana también participa de esa lacra. Pero  ello viene de antiguo: tradicionalmente, los seminarios han constituído un semillero de nacionalismo; el monasterio masculino de Montserrat ha sido siempre una bandera del separatismo (como lo es manifiestamente en la actualidad su monasterio femenino, de la mano de una monja politizada, feminista y abortista); muchos políticos catalanistas provienen del escultismo católico (pese a su procedencia, no se puede afirmar que el séptimo mandamiento sea precisamente su fuerte); y conocido es el caso del que fuera obispo de Solsona, Deig, abiertamente separatista e impulsor de la idea de una Conferencia Episcopal Catalana (con motivaciones no precisamente pastorales). Etcétera.

El colmo del menosprecio del primer mandamiento, por parte del conjunto de los obispos catalanes, se dio con ocasión de la votación del Estatut impulsado por Maragall, cuyo contenido es inasumible para ningún católico (no por nada fueron fundamentales en su redacción partidos anticlericales). Pero los obispos pusieron en un platillo su contenido anticristiano, y en el otro el hecho de que implicaba mayor autonomía, y les vinieron a decir a los fieles que una cosa compensaba la otra, y que ellos mismos; no se preguntaron, o no quisieron preguntarse, qué hubiera hecho Jesús. Y eso sin contar la falta de ética que suponía un proyecto de ley que, como todos sabíamos -al menos los que tenemos un nivel mínimo, y que el fanatismo no nos ciega -, vulnera notoriamente la Constitución (y que no me hable nadie del politizado Tribunal Constitucional), de un modo que dificulta la pacífica convivencia de todos (la actual deriva de Cataluña hacia el desastre es resultado, en parte importante, de ese Estatut). Y cuando la Iglesia prescinde de la moral y de la ética, es que algo muy grave pasa.

Aunque como catalán y católico me preocupe, no quiero extenderme más sobre el nacionalismo en la Iglesia catalana, pues tampoco conviene insistir demasiado en una sociedad concreta, la catalana, cuando como afirma García de Cortázar, la esencia del nacionalismo es siempre la misma (y aquí no vale lo del pretendido "hecho diferencial catalán"). ¿Y cuál es esa esencia?

Al carácter exclusivista del nacionalismo ya se ha referido el conocido historiador, quien, por ser vasco, sabe de lo que habla. Yo lo veo en el día a día, cuando se identifica Cataluña con independencia, y se considera que las críticas al separatismo catalán son críticas a Cataluña. En ese contexto, los que no somos nacionalistas no contamos, y con bastante frecuencia somos vistos por los que sí lo son con manifiesta hostilidad; de lo cual se sigue que más vale no pronunciarse en público, y que la fractura social es un hecho.

Otra característica del nacionalismo es el fanatismo y, consiguientemente, la irracionalidad.  Ello va unido al totalitarismo: la comunidad se ve como un absoluto, una especie de dios, a quien sustituye, y que constituye una razón importante o fundamental de la existencia; un refugio a falta de otras creencias (aunque en los políticos se observe una curiosa disociación entre la comunidad -una idea abstracta - y sus ciudadanos, de cuyo dinero muchas veces no tienen ambages en apropiarse). La persona se convierte en un robot que no piensa, por no decir en una marioneta en manos de los políticos; de ahí su considerable empobrecimiento, la deshumanización a la que se refiere Cortázar.

Si comparamos a los nacionalistas y a los fundamentalistas islámicos, vemos que lo que cambia es el objeto, pero las mentalidades y las actitudes (fanatismo, cerrazón, exclusivismo, intolerancia), son las mismas: la independencia para unos,y la  aplicación estricta del Islam para otros, lo arreglará todo. De ahí el título de esta entrada: nacionalismo ua akbar.

Dios nos dio el cerebro para pensar...

 
 


lunes, 9 de diciembre de 2013

Teólogos blasfemos

Existe un grupo relativamente amplio de teólogos o de escritores de temática religiosa que se dicen católicos, que se saltan la doctrina de la Iglesia e incluso incurren en franca herejía. Suelen denostar a la Iglesia, menosprecian los dogmas, y parte de ellos postulan una Iglesia "democrática", en la que los obispos sean elegidos y en la que la figura del papa quede diluída, convirtiéndose en una especie de "primus inter pares" (no importa que esto vaya contra los evangelios). No es extraño que esos escritores hayan sido expulsados de varios sitios, o ellos mismos se hayan ido, o ambas cosas.
 
Junto a ellos, coexiste un sector relativista (los que consideran que en materia religiosa la verdad absoluta no existe, lo cual en sí es absurdo), que propugna una religión y una iglesia interconfesionales, en la que la religión católica sería sustituída por una suma de religiones a la carta. No me lo invento: yo mismo me los he encontrado en un portal digital, y explícitamente me lo han manifestado, respondiendo a unos comentarios míos; de entre ellos, uno era un cura anglicano, renegado del catolicismo. Resulta indudable que el grupo de teólogos al que me refiero ha influído en este sector, así como en muchos católicos relativistas, cuya conciencia les impulsa hacia la religión pero que no quieren asumir las limitaciones a su libertad que a su entender les supondría aceptar plenamente la religión católica; a este respecto, también he sido espectador de relativistas que manifiestan públicamente su reconocimiento a dichos teólogos y escritores (particularmente mujeres), cuyas teorías pueden conducirles a la condenación eterna (por más que muchos no crean, de hecho, en ella).
 
Para una mejor comprensión, me referiré a los dogmas religiosos, que pueden ser implícitos o explícitos.También llamados verdades de fe,  son aquellas cuestiones fundamentales de una religión y que no pueden ser objeto de discusión por sus fieles. Existen dos ideas erróneas muy difundidas: la primera es la de que los dogmas son privativos de la religión católica, cuando todas las religiones deistas los tienen ("no hay más Dios que Alá y Mahoma su profeta"; y por eso hay tantas religiones protestantes). También es falsa la percepción de que los dogmas han sido declarados por los papas: estos solo han promulgado uno, el de la Asunción. Hay muchos dogmas implícitos: en la mayoría de las ocasiones, los dogmas se han explicitado cuando alguien los ha negado o han surgido dudas.
 
La doctrina de la Iglesia es más amplia que los dogmas explícitos (la divinidad de Cristo, Dios creador, la resurrección de la carne, etc; los más importantes están contenidos en el Credo). Naturalmente, en la doctrina unas cuestiones son más relevantes que otras:  no es lo mismo el aborto que tomar la píldora anticonceptiva. Las encíclicas papales no son dogmas, aunque sus disposiciones sean de obligado cumplimiento para los católicos; allá con su responsabilidad ante Dios de quien no las siga.

Hecha esta disgresión, retomo el tema del papel de los teólogos. Quienes se saltan la doctrina de la Iglesia se escudan en una pretendida libertad de expresión, como si la Iglesia fuera un estado y no una confesión religiosa (¿dónde está su coherencia?), o aluden a "la pluralidad en la Iglesia", como si esta pudiera comprender no ya solo saltarse cuestiones relevantes de doctrina, sino incluso la clara herejía. Unido a ello, le dan a la teología un tratamiento "científico", como si se tratase de ciencias naturales o de historia, y en sus análisis prescinden de  lo establecido en la fe católica.

Este punto de vista, centrado en el ego, constituye una grave falta contra el amor de Dios, el primer mandamiento; equivale a una blasfemia. No puede entenderse la teología, cuyo centro es Dios, al servicio de uno mismo, de nuestro propio ego o de nuestra cartera, en vez de al servicio del Altísimo y de la fe; es como si yo me ofrezco a colaborar en la parroquia no como pretensión altruista, sino en mi propio beneficio, y me quedo con parte de la recaudación, o la tomo como lugar para ligar y llevarme a las feligresas a la cama.

La encíclica "Lumen Fidei", debida a los dos últimos papas, tras afirmar que "la fe es un don gratuito de Dios que exige la humildad y el valor de confiar y de confiarse" (14), en su punto 36 trata de la relación entre fe y teología. Y afirma que la teología ha de estar al servicio de la fe de los cristianos, especialmente la de los sencillos; y que no puede considerarse el Magisterio de los papas y de los obispos que están en comunión con él "como algo extrínseco, un límite a su libertad, sino, al contrario, como un momento interno, constitutivo, en cuanto el Magisterio asegura el contacto con la fuente originaria, y ofrece, por tanto, la certeza de beber en la Palabra de Dios en su integridad".

Los teólogos deben tener claro al servicio de quién están, si de Dios o de su ego: su soberbia, su resentimiento, sus dudas de fe,  sus ansias de dinero...


miércoles, 13 de noviembre de 2013

El destino de los políticos.

"El lugar de los políticos es la prisión" (del autor).
Como hemos visto a lo largo de las distintas entradas, no podemos salirnos de nuestra penosa situación en tanto no eliminemos la actual clase política. Esto debe abarcar la inhabilitación perpetua para acceder a cualquier cargo público de la totalidad de miembros de los partidos políticos (salvo los testimoniales y que no tengan responsabilidades en la crisis y en la corrupción), y la supresión de dichos partidos. No puede limitarse a los que han desempeñado cargos públicos: se trata de partidos corruptos, en los que todos, de alguna manera, participan de esa corrupción y son responsables de ella; las personas decentes ya se han ido o las han echado, pues estorbaban; a la política es aplicable la Ley de Gresham ("la mala moneda expulsa a la buena").
Se podría objetar que los partidos de extrema izquierda no son neoliberales. Pero ya se ha demostrado que son también corruptos, y altamente perniciosos para la convivencia ciudadana y el país; amén de que la izquierda es sinónimo de inmadurez: cuanto más a la izquierda, más inmaduro. Y las personas normales no tienen por qué ver mermada la calidad de su vida diaria por culpa de la inmadurez.
Este apartamiento de los actuales miembros de los partidos políticos debe ser acompañado por la oportuna exigencia de responsabilidades, extensible a jueces y fiscales deshonestos, a los corruptores y a todos aquellos cuyas prácticas dolosas han contribuído a la presente crisis económica ( no a los insensatos que han sido víctimas a su vez de la crisis, por haberse endeudado excesivamente, etc.). Para ello habría que dar por nulos los indultos a políticos corruptos (se protegen entre sí), eliminar con efectos retroactivos la prescripción de la corrupción, y reabrir los procesos de aquellos que se han beneficiado de trucos  legales indebidos o de fallos cómplices.
La exigencia de responsabilidades debería comprender tres frentes:
a) El despilfarro de los recursos públicos. Exigible a todos aquellos que han realizado inversiones públicas infrautilizadas, los responsables de la construcción de prisiones asimilables a hoteles de semilujo, los que hayan realizado gastos inútiles o suntuosos (viajes sin justificación razonable, compras de artículos de lujo como botellas de cava carísimas, etc.), o a aquellos culpables de la compra del voto con beneficios fiscales, subvenciones, etc.

b) La corrupción. En este apartado debieran incluirse aquellos que se han asignado sueldos o dietas (estoy pensando, sobre este último concepto, en la Administración Local) manifiestamente excesivos, los que han contratado a amiguetes o miembros de su partido, a los que han sobornado a  medios de comunicación con dinero público, y a todos los responsables de haber politizado, prostituyéndolas, a las diferentes Administraciones Públicas, incluída la judicial.

c) La crisis económica, incluyendo la adhesión de España al euro. No vale aducir que los teóricos representantes del pueblo han acatado la disciplina de voto; el  bien del país ha de estar muy por encima de los intereses de partido; serviría de escarmiento.

Si el pueblo español es quien detenta la soberanía, podemos hacer lo que consideremos oportuno, a través de las correspondientes leyes.

Lógicamente, no se trata de repetir la experiencia. Ello debería ir acompañado de un cambio de sistema político, ya que el actual no solo no funciona, sino que es gravemente perjudicial. En dicho sistema político, debería haber un Jefe de Estado fuerte, que nombrase a la cúpula del Poder Judicial (como se hace en muchos países democráticos), y que pudiera exigir responsabilidades a todas las administraciones públicas, en evitación de tantas ilegalidades e irregularidades como hemos podido contemplar.

Dicho Jefe de Estado no debe ser elegido por sufragio universal, ya que está comprobado que los españoles no tenemos suficientes elementos de juicio para escoger al más idóneo; no los conocemos lo suficiente. Baste pensar que Zapatero fue elegido dos veces.


martes, 5 de noviembre de 2013

El neoliberalismo económico, una ideología perversa.

Esta entrada es una especie de colofón de la titulada "Contra el neoliberalismo", por lo que recomiendo leer primero esta última.
 
Como hemos visto, el neoliberalismo económico, alias capitalismo salvaje, no tiene fundamento científico ni racional, sino que es una mera ideología.¿Y qué persigue dicha ideología?
 
Teóricamente, el mejor funcionamiento de la economía. Pero sus fines encubiertos son muy otros: que los que sean más ricos, puedan serlo más a costa de la masa, y que para ello no tengan las trabas que puedan oponerles los Estados; así como el pagar los menos impuestos posibles.
 
Se trata del triunfo de la codicia y de la más absoluta carencia de escrúpulos, así como del individualismo. Sus aplicaciones prácticas las podemos ver en la especulación con los alimentos, contra la deuda de los Estados, las hipotecas basura, los mercados de futuros (que especulan con los precios del petróleo y materias primas), la socialización de las pérdidas de la banca y la privatización de sus beneficios, la privatización de los servicios públicos (para darles carnaza a los políticos aliados con ellos y a sus familiares) y la destrucción del Estado del Bienestar, el descontrol de la banca,de las cajas de ahorro y del mercado financiero en general; el envilecimiento de las condiciones laborales y la consiguiente explotación de los trabajadores; una tributación ventajosa para las grandes empresas y los ricos; la falta de freno a la especulación inmobiliaria; la negativa a darle la vuelta a la crisis con un programa de inversiones públicas a nivel europeo; la primacía del cobro de las deudas estatales y de la banca sobre el nivel de vida de la población de los países deudores (lo que es lo mismo que decir del dinero sobre las personas); la prevalencia de la economía financiera sobre la real, etc.
 
La desregularización económica y la crisis económica subsiguiente no ha sido obstáculo para que los más ricos se hayan hecho más ricos todavía, y que se haya incrementado la brecha entre ricos y pobres: en Estados Unidos, los ingresos del 1% de la población más rica se han cuaduplicado entre 1980 y 2007, la época de la desregularización, mientras que se considera que la superélite, el 0,1%, ha obtenido una ganancia del 660%; para ese mismo periodo, la Oficina Presupuestaria del Congreso constató que el 20% superior de la población había experimentado una mejora de sus ingresos del 65%, mientras que el 20% inferior solo del 18% (ver Paul Krugman, "Acabad ya con esta crisis", pag.86). En internet pueden encontrarse otros indicadores.
 
Las consecuencias de la aplicación de las políticas económicas neoliberales han sido desastrosas: una crisis económica generalizada de las más graves que ha visto el mundo occidental; estados quebrados, y víctimas a su vez de los especuladores financieros y de los países más ricos, como Alemania; bajada de los salarios reales, un considerable desempleo, el subempleo y el empobrecimiento general de la población; la ausencia de perspectivas de mejora; jóvenes a los que se considera "una generación perdida"; el resurgimiento del hambre infantil en algunos países; una corrupción generalizada, ya que los más ricos han comprado a políticos (y estos a jueces y fiscales), periodistas, economistas, y poco menos que a todo el mundo; el desmantelamiento progresivo del Estado del Bienestar; y la perdida de cohesión social.
 
La codicia de los neoliberales y de sus secuaces tiene un magnífico ejemplo en la Biblia: el del rico que tenía noventa y nueve ovejas, y el pobre que tenía solo una; el rico no paró hasta quitarle la oveja al pobre.
 
Se trata, como ya se ha podido apreciar, de un sistema perverso, y que constituye para Europa una amenaza igual o mayor que la que en su día supuso el comunismo. El neoliberalismo económico ya fue explícitamente condenado por Juan Pablo II, en una  Exhortación Apostólica. La Doctrina Social de la Iglesia siempre ha propugnado la intervención del Estado en la economía, para corregir sus desequilibrios (por ejemplo, en la encíclica Caritas in veritate); y es de ver cómo Francisco ha criticado reiteradamente el capitalismo salvaje. La Iglesia es las pocas instituciones universales que se opone al presente estado de cosas; y mi aspiración sería que Francisco, en su próxima encíclica sobre la pobreza, condenase al neoliberalismo como intrínsecamente perverso; como en su día  hizo el papado con el comunismo.

Escrito esto, el 26.11.2013 el Papa Francisco ha publicado la Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium. Aunque todavía no he tenido tiempo de leerla toda, ya no aspiro a que el papa, que se ha expresado en ella con su acostumbrado lenguaje directo y sin tapujos, diga nada más contra el neoliberalismo. Aconsejo su lectura, y especialmente sus puntos 53 a 60 y 202 a 204. Es un texto extremadamente contundente contra la ideología imperante en materia de política económica, que levantará muchas ampollas entre los poderosos y sus sirvientes, y que por cierto pone de relieve la elevada categoría intelectual de Francisco, puesta en duda por algunos. Puede observarse que a algunas de las cosas que dice ya me había referido yo en este blog; lo que afirma, lo apruebo (y que rabien, como ya lo están haciendo, los economistas neoliberales norteamericanos, que afirman que se ha metido con el capitalismo -no lo nombra -, cuando lo cierto es que con el que se ha metido es con el denominado "capitalismo salvaje").