jueves, 17 de mayo de 2012

Contra el neoliberalismo

Hace ya muchos años, en la década de los sesenta del siglo pasado, me licencié en Ciencias Económicas. En aquella lejana época, se consideraba al liberalismo económico -propio del siglo XIX, y cuya principal divisa era "laissez faire, laissez passer" - obsoleto en cuanto propugnaba que el papel del Estado en la economía había de ser el mínimo posible, y que el mercado corregiría automáticamente los desequilibrios que se produjeran. La crisis desatada por el "crack" de 1929, la consiguiente actuación en la economía del presidente norteamericano Rooselvet, acrecentada durante la Segunda Guerra Mundial, y la "Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero" del economista Keynes, provocaron en la práctica el fin del liberalismo económico (pero que continuó presente en las mentes de muchos norteamericanos, en mayor o menor grado; no obstante, y como consecuencia de ese período, ha permanecido para siempre inalterable la idea de hacer responsable al Estado de la buena o mala marcha de la economía).

Cuál no sería mi sorpresa al constatar, sobre todo a partir de los años ochenta, el resurgimiento del liberalismo, conocido ahora como neoliberalismo y, en su versión más extrema, capitalismo salvaje. Habiéndose establecido, a partir del fin de la Segunda Guerra Mundial, el denominado "estado del bienestar" con mayor o menor amplitud en los países occidentales, y en consecuencia una activa intervención del Estado en la economía, no tan solo en su papel de corrector de las crisis sino con una considerable expansión del sector público (hasta el punto de hablarse no ya de economías capitalistas puras, sino mixtas), propugnan ahora los neoliberales, en la práctica, el desmantelamiento del estado del bienestar, al volver a insistir en que el papel del Estado en la economía ha de ser el mínimo posible; niegan que las crisis puedan ser combatidas con el aumento de las inversiones públicas,  y afirman que el mercado lo soluciona todo, y que por tanto cuanto menos controles haya mejor le irá a la economía; insisten en la pérdida de peso de los impuestos, ya que así el papel del Estado en la economía será menor (en Estados Unidos los impuestos a los más ricos han bajado grandemente), y lanzan muy diversas propuestas en materia de política económica, a cual más irracional y caprichosa. En suma, que según ellos la actuación y peso del Estado en la economía ha de ser mínimo, y con la mayor ausencia de controles posible, ya que el mercado se encargará de solucionar los problemas que vayan surgiendo. Es esta ausencia de controles, junto con la codicia y la insensatez, lo que ha provocado la actual crisis mundial; no desvirtúa esta afirmación el hecho de que las causas inmediatas de la crisis hayan sido, además de la debacle financiera provocada por los productos basura (permitidos y descontrolados), el endeudamiento consecuencia del "boom" inmobiliario en muchos países, y en concreto en el nuestro; se podría haber frenado el boom actuando a tiempo sobre la banca por parte de los bancos centrales y los gobiernos, imponiendo coeficientes y reservas. Pero se prefirió dejar hacer, ya que los especuladores y la banca iban ganando mucho dinero, y hubieran puesto el grito en el cielo.

El neoliberalismo se basa en dogmas. Es por ello que en los tiempos en que yo estudiaba, se le consideraba carente de todo fundamento científico y racional. A través de los trabajos de los economistas a los que podríamos llamar normales, se demostró y se continúa demostrando la falacia de la argumentación neoliberal, que otorga al mercado, un ente que físicamente ni siquiera existe, propiedades divinas, como si se tratara de un dios: todo lo soluciona. Resulta paradójico que los dogmáticos en economía a lo mejor critiquen el dogmatismo del catolicismo (de entrada, los protestantes, cuya religión o religiones no son en absoluto ajenas al auge del liberalismo, al considerar que el éxito en la tierra, la riqueza, es una señal del éxito en el más allá).

A los europeos nos puede extrañar tanto dogmatismo. Si hubiésemos vivido en los Estados Unidos, cuna del neoliberalismo, no nos extrañaría tanto. Allí imperan el individualismo y un concepto extremo de la libertad; constituye toda una filosofía de vida. Y es esta filosofía la que propicia el neoliberalismo económico, al negar papel al Estado. La aceptación de los fuertes controles establecidos en materia de seguridad a raíz del 11-S constituye toda una contradicción. Otro factor que propicia el neoliberalismo, tanto en Estados Unidos como en Gran Bretaña, es la renuencia a pagar impuestos; que parte del sector público esté en manos privadas y resulte menos eficiente - las empresas privadas se rigen por el principio del beneficio, y no por el del interés público - y más caro a la postre, no se percibe. Y tampoco podemos olvidar el culto al dinero que se da en Estados Unidos, ni las prácticas de los grupos de presión (que detentan el dinero), que en otros países serían ilegales.

En economía no se puede ser dogmático; hay que ser pragmático. Y cuando los dogmas resultan ser falsos, como ocurre con el neoliberalismo, las consecuencias son nefastas, como ha ocurrido con la actual crisis. Si algo aprendí en mi carrera, fue a analizar detalladamente las causas y supuestos efectos de los fenómenos económicos; por eso me sonrío cuando contemplo determinadas afirmaciones de economistas neoliberales y de políticos, que parten de bases falsas producto de su dogmatismo; aunque no soy tan ingenuo como para no sospechar que con frecuencia son hechas con mala fe, para favorecer a los más ricos.

Y es que los efectos del neoliberalismo, aplicado en la economía inicialmente en los Estados Unidos y en la Gran Bretaña de Margaret Thatcher, no han podido ser más desastrosos, hasta culminar en la actual crisis. Las sociedades de los países occidentales, pero primordialmente las anglosajonas, se han ido polarizando, ensanchándose cada vez más la brecha entre ricos y pobres, con la consiguiente pérdida de cohesión social, y perdiendo poder adquisitivo los salarios, en beneficio de los más ricos, que lo son cada vez más.

Esta bajada de los salarios reales merece un punto y aparte. La buena marcha de la economía depende (entre otras cosas), de la existencia de una demanda activa; cuando la demanda cae, bajan la producción, los beneficios de las empresas, las inversiones y el empleo; y, al decaer la actividad económica, se contraen los ingresos públicos resultantes de los impuestos, y se producen los déficits públicos. Y, cuando los salarios reales bajan, la demanda global lo hace también. El aumento de renta del sector más rico no se traduce en un aumento del gasto, ya que lo que los economistas llamamos la propensión marginal al consumo (el incremento del consumo cuando los ingresos se aumentan en una unidad, propensión que oscila entre 0 y 1), es mucho menor entre las clases altas que entre las bajas (están ya abastecidos de casi todos los bienes), y el resultado de este aumento de renta es el ahorro, el consumo suntuario, las inversiones financieras no productivas y la evasión a paraísos fiscales.

A medio plazo, la bajada de los salarios reales, que postulan los neoliberales con diferentes argumentos, resulta perjudicial para todos, incluídas, por supuesto, las empresas. Pero al margen de que siempre hay unos cuantos ricos que se las arreglan para salir ganando (ellos, no las empresas; para eso existen los paraísos fiscales, etcétera), el neoliberalismo es ciego, y la codicia y los prejuicios de sus partidarios les impiden ver más allá del corto plazo.

¿A quién beneficia el neoliberalismo? A unos pocos, precisamente los más ricos  -financieros, algunas grandes empresas multinacionales, etc. -, a costa de la masa. Una flagrante contradicción de los neoliberales propicia esto: según ellos, el Estado debe tener un papel mínimo en la economía, pero -¡oh casualidad¡ - sí debe intervenir para rescatar bancos, con el dinero de todos. En Estados Unidos, bajo la Administración Obama (y eso que es del Partido Demócrata), hemos visto la aberración de que, con los dineros públicos, los bancos que han precisado la ayuda del Estado han procedido a repartir "beneficios" a sus accionistas, a la par que sus directivos se han asignado millonarias retribuciones, sin ir por ello a prisión (y esto último ha pasado en todas partes, también en España; aunque cuando escribo estas líneas, esto está al parecer bajo investigación judicial).

Con los bancos pasa que cuando las cosas van bien, banqueros y accionistas se benefician. Y, cuando van mal, paga el contribuyente. Así, los banqueros se enriquecen. Y existen otros financieros que han hecho grandes fortunas con sus participaciones en los beneficios de las corporaciones en las que trabajan, y que cuando van mal dadas y los clientes pierden todo o la mayoría de lo que han ganado, se desentienden. Sin contar a los que se enriquecen con prácticas delictivas o que debieran serlo. En Estados Unidos un 1% de la población detenta una proporción considerable de la renta, y ese 1% es muy influyente; los ingresos de ese sector aumentaron rápidamente precisamente durante la época de la desregulación. Para más información, ver el libro "¡Acabad ya con esta crisis¡", de Paul Krugman, Premio Nobel de Economía.

¿Cómo puede permitirse que unos pocos, precisamente los ricos, se enriquezcan cada vez más - una riqueza suplementaria que no necesitan para nada -, a costa del empobrecimiento de la masa y del sufrimiento de parados y trabajadores, cuyos derechos se ven cada vez más mermados, en nombre de la "libertad de empresa y de mercado"? ¿Puede darse algo más indignante que la especulación con los alimentos, causando padecimientos físicos y psíquicos, así como la muerte, a millones de personas? Merecerían esos codiciosos que se les sometiera a una muerte lenta por hambre, como ellos hacen; o, al menos, que se vieran en esta situación durante un tiempo.

La especulación siempre acaba mal; sugiero a quienes lean esto, que se lean también el libro "Breve historia de la euforia financiera", del economista John K. Galbraith. Ese libro debería ser de lectura obligada en todos los colegios; quizás de haberlo hecho así no habríamos visto tantos disparates como los que nos han conducido a la actual situación (¿a los banqueros, promotores, inversores, ayuntamientos, gobernantes, etc., no se les ocurrió que el boom de la construcción un día se acabaría? ¿tan burros eran?). Pero la especulación no acaba mal para todos; no para el que sabe saltar a tiempo, que puede hacerse con una  gran cantidad de dinero. Este sencillo razonamiento, junto con el "colchón" del dinero público de que disfruta la banca, y que la codicia es ciega, explica en parte la exigencia de la ausencia de controles que predica el neoliberalismo.

Hago una disgresión sobre la especulación. Socialmente es siempre perjudicial. ¿Debemos permitir que se siga especulando con materias primas, encareciendo su precio final ("mercados de futuros"), con alimentos, o simplemente con la deuda de los Estados, provocando movimientos especulativos que empobrecen a países enteros? Yo creo que no, que debiera prohibirse, amén de restringir la libre circulación de capitales a corto plazo (oh, qué he dicho. ¿Pretendo establecer barreras a la libre circulación de capitales? Pues sí). Y que los infractores vean decomisado su dinero, del que hacen mal uso -no existen derechos absolutos, y el de la propiedad tampoco lo es -, de la misma manera que a los contrabandistas y traficantes de drogas se les decomisan los útiles empleados para el delito, y el dinero ganado.

Limitando la especulación, quizás se podría conseguir que las ingentes cantidades de dinero que hoy se dedican a la especulación financiera se desviaran hacia la economía real, al resultar aquella menos rentable y más problemática.

Como es lógico, los postulados de los neoliberales no podrían llevarse a la práctica sin cómplices: los políticos, los periodistas...La alianza de los políticos con el poder económico no es nueva; es arrimarse al ascua que más calienta: algo sacarán, y en Estados Unidos obtendrán su cargo gracias al dinero de aquellos, cuando no prebendas y dinero en mano. Que los periodistas, a su vez, se sumen al carro, resulta algo más chocante. Tanto hablar, durante la época de Franco, de lo que podrían llegar a hacer si no hubiese censura, y ahora que no la hay, vemos que los medios de comunicación, con contadas excepciones, dan las noticias -me refiero a cuando informan de hechos indignantes -, de forma aséptica, sin criticar o apenas a los políticos.

Hoy, todos los partidos políticos relevantes de nuestro país se hallan impregnados de neoliberalismo: Partido Popular, PSOE, en Cataluña Convergencia... Que hasta el PSOE se halla vuelto neoliberal (recordad a su último Ministro de Trabajo: "pasarán lustros antes de que puedan volver a subir los salarios"), constituye una traición inaudita al socialismo, al país y a los trabajadores que dicen defender; no puede considerarse ya un partido de izquierdas, sino claramente de derechas. Y ello tiene sus antecedentes hace ya muchos años; recordad que Felipe González fue el creador de los contratos basura. El escaso espíritu crítico de nuestra sociedad provoca que la democracia no funcione como debiera; la gente no vota en consecuencia.

En la citada obra de Krugman, se desliza la inquietante sospecha de que los gobernantes europeos se hayan vendido a los neoliberales a cambio de futuros cargos ( y yo añado que se hayan vendido también a los alemanes). Lo impopular de sus políticas les resbalaría, ante la perspectiva de fuertes prebendas (cuando no se les otorgan en sus propios países, como se hace en España con los expresidentes al hacerlos miembros del Consejo de Estado). A mí me resulta incomprensible que los gobernantes de los desgraciados países intervenidos acepten las medidas de la Unión Europea: al contraer los gastos públicos con las "medidas de austeridad", y no compensar esta contracción con un aumento de las inversiones públicas, se contrae la economía y se agrava la crisis, y por lo mismo se perciben menos impuestos, en lo que se ha denominado una "espiral infernal".

Utilizando el lenguaje del economista Galbraith, un "poder compensador" que no funciona contra el neoliberalismo son los sindicatos españoles, adormecidos con las subvenciones del Estado. Resulta paradigmático que no se hayan alzado contra el "despido por causas objetivas" en las pequeñas empresas, que en la práctica es libre, pagando veinte días por año trabajado, ya que nadie controla le veracidad de las causas objetivas invocadas. Y esa deriva ha sucedido gobernando los socialistas.

Paso a hablar de algo que en estos momentos es crucial, la medida de política económica de realizar inversiones públicas como medio para reactivar la demanda y por ende la economía. Probada por primera vez en la época contemporánea a raíz de la crisis desatada por el "crack" de 1929, y expuesta de modo científico por el economista Keynes en su "Teoría general", ya citada, su efectividad está fuera de toda duda...para las personas razonables; pero no para los neoliberales (estos quisieran que la mayor parte posible de los recursos del país fuera para ellos, no para el interés general. Además, la realización de inversiones públicas puede exigir un aumento de los impuestos precisamente para las clases ricas, y en su egoísmo se considerarían perjudicados. Por último, ello cuestiona el fundamento del neoliberalismo, la no intervención del Estado en la economía).

De la mano de los alemanes (cuyos bancos han prestado enormes cantidades de dinero y temen por su devolución), del que fuera presidente del Banco Central Europeo, Trichet, y de otros políticos y cargos destacados, se ha ido implantando la falacia -que Krugman denomina "El Gran Engaño" -, de que la actual crisis es debida a los déficits fiscales y que, en consecuencia, lo que procede es la austeridad (de las consecuencias de esta ya he hablado anteriormente: la "espiral infernal"). Ello es absolutamente falso: la crisis económica vino de la mano de la debacle financiera y del pinchazo de la "burbuja inmobiliaria", y el déficit fiscal vino después y como consecuencia de la crisis (menos ingresos públicos, aumento de los gastos del paro provocados por el gran incremento del número de los desempleados, rescate de los bancos). No nos venga Rajoy con sus cantos de sirena: la austeridad no es condición indispensable para salir de la crisis, ni se saldrá de esta con la austeridad, ni con la reforma laboral, ni con otras reformas. Si no hay demanda, las empresas no aumentarán su producción, ni invertirán, ni en consecuencia contratarán más personal; y en unos momentos en que la demanda del sector privado es notoriamente baja, debe impulsarse la demanda total mediante las inversiones públicas.

Con ello no quiero decir que no haya que recortar gastos, ya que durante muchos años ha habido la cultura de que el dinero público era poco menos que ilimitado, y se ha venido gastando lo que no se tenía por motivos electorales. Recordemos los grandes despilfarros realizados por el PSOE: el PER, la deducción fiscal a las rentas del trabajo realizada por Zapatero cuando ya las cosas venían mal dadas, el aumento de las pensiones mínimas en plena crisis y que ha provocado el poner el sistema de pensiones en riesgo de quiebra, las pensiones no contributivas a cargo del sistema de Seguridad Social, etc. Pero también las inversiones en aeropuertos y líneas de AVE que no funcionan, la costumbre de muchos ayuntamientos y comunidades autónomas de si ingresaban 100, gastar 120 (Cataluña incluída; en la Generalitat de Convergència llegaron a haber déficits del 90%), el excesivo número de universidades, etc.

La adopción del euro dificulta la recuperación económica. De ello trato en la entrada "El euro, un engaño". Otro factor que en España entorpece la reactivación es el endeudamiento de las familias que han adquirido una vivienda en los años del "boom", ya que les queda poco dinero por gastar en cosas que no sean la hipoteca.

En suma, debe estimularse el crecimiento mediante las inversiones públicas, preferentemente en sectores con un efecto multiplicador elevado. Estas inversiones deben realizarse en toda la Europa del euro, tanto por ser la única alternativa posible, como porque toda la zona está afectada (incluso Alemania, aunque en menor grado), así como también porque todos los países de la Unión Europea están económicamente relacionados y en consecuencia el aumento de demanda puede ser satisfecho mediante empresas de cualquier país de la zona. La existencia de una clase política entregada al neoliberalismo (por no decir vendida), constituye un notable obstáculo, así como la obsesión alemana por la estabilidad monetaria. Hay que decir que en la actualidad, en que una buena parte de la capacidad productiva de la zona euro está inactiva, un aumento moderado de la masa monetaria no tiene por qué ser inflacionario; y, aunque lo fuera, si está contenida puede ser incluso beneficiosa para el conjunto de la economía.

Para acabar, hago una breve reflexión. ¿No hay ninguna institución que nos respalde en la lucha contra el neoliberalismo? Hay una, la Iglesia Católica, la única que tiene una Doctrina Social, que desde siempre ha afirmado que el trabajo no es una mercancía, y que propugna la intervención del Estado en la economía. Por eso me sorprenden aquellos que claman contra la actual situación y a la vez se muestran hostiles contra la Iglesia y la religión. No olvidemos que la actual crisis no es solo económica, sino también de valores.

Bibliografía:Obras en general del economista John Kenneth Galbraith.
                  "Caída libre" de Joseph Stiglitz, Premio Nobel de Economía.
                  "¡Acabad ya con esta crisis¡", de Paul Krugman, Premio Nobel de Economía.
                  "Algo va mal", de Tony Judt.
 


lunes, 7 de mayo de 2012

Introducción

Soy escritor aficionado. Como poseo cierta cultura, he vivido en varias ciudades y tengo intereses muy diversos, puedo escribir sobre temas muy heterogéneos: lo mismo sobre un museo, que una receta de cocina, o una guía básica sobre una provincia, o sobre economía o política. Por eso he hecho este blog, pues aunque he escrito algunos artículos para periódicos y revistas, no quiero depender del criterio de otro para publicar lo que me apetezca. Así pues, este blog será variado, y deseo que os interese.